Se cree que el apetito aumenta después de hacer ejercicio y caminar al aire libre. Resulta, por el contrario: después de pasar medio día sin moverse, y en una oficina o apartamento mal ventilado, sus posibilidades de comer en exceso aumentan varias veces.

Se cree que el apetito aumenta después de hacer ejercicio y caminar al aire libre. Resulta, por el contrario: después de haber pasado medio día sin moverse, y en una oficina o apartamento mal ventilado, sus posibilidades de comer en exceso aumentan varias veces. Esta conclusión fue hecha por investigadores estadounidenses de la Universidad de Massachusetts. Durante varias semanas, observaron a voluntarios que alternaban la intensidad de las cargas: los días “activos” se cargaban al máximo y los días “pasivos” pasaban tiempo sentados frente al televisor o la computadora. Al mismo tiempo, podían comer lo que quisieran.
Como resultado, resultó que los amas de casa y los perezosos tenían más hambre y comían más (alrededor del 17 %). Además, después de comer, la sensación de saciedad les llegaba tarde. Esto puede deberse a un estereotipo psicológico: mientras nos movemos, no hay tiempo para pensar en comida, y viceversa. Pero las razones también pueden ser fisiológicas: la f alta de movimiento, por ejemplo, ralentiza la producción de hormonas en el cuerpo que nos hacen sentir llenos. Como resultado, sentado en el sofá o en la mesa de la oficina, una persona no solo no consume calorías, sino que también corre el riesgo de obtener muchas más.